Te siento extraordinariamente cerca.
Y no hablo de tu piel: ella siempre está conmigo.
No hablo de tus ojos: tu mirada está en la mía.
Hablo de tu alma.
Hablo de tantas cosas que compartimos.
Y hablo de conceptos y no de abrazos.
Porque malo o bueno, un abrazo lo da cualquiera.
Pero no cualquiera comparte una idea,
no cualquiera comparte una manera
de hacer algunas cosas. O de sentirlas.
Te amo por ser hombre.
Por ser hombre, muy hombre, te amo de veras.
En lo que más te me pareces,
te siento extraordinariamente cerca.
Eres un hombre realmente muy bello.
Con tus virtudes y defectos, eres bello.
Tu cuerpo es el reflejo de tu alma.
Tu piel, tus ojos, tus brazos,
todo lo que se ve es tan bello
como lo que anida en tus entrañas.
Tu piel caliente, tan perfecta,
tan exacta a mis manos, a mi cuerpo todo.
Tus ojos que gritan, incesantes,
todo aquéllo que tu boca calla.
Soy muy feliz de saber que me amas.
De ser la hembra adecuada a tanto varón,
de ser la mujer del hombre que eres.
De tu sangre en mi sangre.
Porque tras tus penumbras se ocultan ríos de luz.
Que te hacen más bello aún y más perfecto. Puedo verlo.
Soy muy feliz de que te hayas acercado.
Y de que habiéndote acercado, te quedaras.
Que desde que te amo estás mucho más bello todavía.
De otro modo, no me quedaría. Te hace bien que te ame.
Y me hace bien a mí que estés aquí.
Poniendo tu cuota de apasionada ternura
entre mis ásperas montañas
que para ti,
como para muy pocos (casi nadie)
se vuelven extremadamente suaves,
se vuelven verdes, llanas.
Te siento intensamente cerca.
Tanto, que si llevo la mano a mi corazón,
puedo tocar tu alma.
Y no hablo de tu piel: ella siempre está conmigo.
No hablo de tus ojos: tu mirada está en la mía.
Hablo de tu alma.
Hablo de tantas cosas que compartimos.
Y hablo de conceptos y no de abrazos.
Porque malo o bueno, un abrazo lo da cualquiera.
Pero no cualquiera comparte una idea,
no cualquiera comparte una manera
de hacer algunas cosas. O de sentirlas.
Te amo por ser hombre.
Por ser hombre, muy hombre, te amo de veras.
En lo que más te me pareces,
te siento extraordinariamente cerca.
Eres un hombre realmente muy bello.
Con tus virtudes y defectos, eres bello.
Tu cuerpo es el reflejo de tu alma.
Tu piel, tus ojos, tus brazos,
todo lo que se ve es tan bello
como lo que anida en tus entrañas.
Tu piel caliente, tan perfecta,
tan exacta a mis manos, a mi cuerpo todo.
Tus ojos que gritan, incesantes,
todo aquéllo que tu boca calla.
Soy muy feliz de saber que me amas.
De ser la hembra adecuada a tanto varón,
de ser la mujer del hombre que eres.
De tu sangre en mi sangre.
Porque tras tus penumbras se ocultan ríos de luz.
Que te hacen más bello aún y más perfecto. Puedo verlo.
Soy muy feliz de que te hayas acercado.
Y de que habiéndote acercado, te quedaras.
Que desde que te amo estás mucho más bello todavía.
De otro modo, no me quedaría. Te hace bien que te ame.
Y me hace bien a mí que estés aquí.
Poniendo tu cuota de apasionada ternura
entre mis ásperas montañas
que para ti,
como para muy pocos (casi nadie)
se vuelven extremadamente suaves,
se vuelven verdes, llanas.
Te siento intensamente cerca.
Tanto, que si llevo la mano a mi corazón,
puedo tocar tu alma.
© Laura S. Schapira
Todos los derechos reservados
Todos los derechos reservados
-
No hay comentarios:
Publicar un comentario