Mi alma es como un pequeño pájaro:
ama volar entre los montes
y sueña con subirse a lo más alto
para cantar más arriba de los hombres.
Un pájaro pequeño, que mil dagas
atravesaron en llanto
y todavía la cicatriz de alguna llaga
le duele en las alas al tocarlo.
Pero nunca dejó de cantar y bien fuerte
aunque las lágrimas lo bañaran con su canto:
sobre todos sus dolores y su suerte
cantó siempre bien fuerte, soñando lo más alto.
Porque si no cantaba, aún en el espanto,
se moría entre penas y dolores
y cantaba aunque sus gorjeos fueran pobres
para no morirse de angustias tan ahogado.
Cantaba como una súplica y un ruego,
cantaba, cantaba y aún sigue cantando:
y cantando a las Alturas de sus sueños,
de tanto cantar, sus gorjeos mejoraron.
Mi alma no se olvida que es de pájaro:
por eso canta entre los hombres,
intentando su vuelo más arriba de los montes
sin dejar de soñar nunca lo más alto.
Mi alma no se olvida los horrores
(que se fabricó o le fabricaron)
y para no cometer mismos errores
los recuerda día a día con sus cantos.
Mi alma es ambiciosa: no teme a las alturas
(cansada de llanura desde tiempos milenarios).
Y sabe, sabe con la seguridad más absoluta
que ella nunca fue creada para el llano.
Por eso insiste, insiste
(y sabe que la constancia no es en vano)
y ensaya alturas que parecen imposibles
aunque se dé de bruces en los cardos.
Y vuela sabiendo que sus alas son pequeñas
para volar todavía ella tan alto.
Y vuela porque duele más la espera
que otro dolor que le pueda estar sangrando.
Mi alma es como un pájaro
que libre entre los hombres
volará por alturas que presiente y no conoce
porque todo en ella para eso fue creado.
ama volar entre los montes
y sueña con subirse a lo más alto
para cantar más arriba de los hombres.
Un pájaro pequeño, que mil dagas
atravesaron en llanto
y todavía la cicatriz de alguna llaga
le duele en las alas al tocarlo.
Pero nunca dejó de cantar y bien fuerte
aunque las lágrimas lo bañaran con su canto:
sobre todos sus dolores y su suerte
cantó siempre bien fuerte, soñando lo más alto.
Porque si no cantaba, aún en el espanto,
se moría entre penas y dolores
y cantaba aunque sus gorjeos fueran pobres
para no morirse de angustias tan ahogado.
Cantaba como una súplica y un ruego,
cantaba, cantaba y aún sigue cantando:
y cantando a las Alturas de sus sueños,
de tanto cantar, sus gorjeos mejoraron.
Mi alma no se olvida que es de pájaro:
por eso canta entre los hombres,
intentando su vuelo más arriba de los montes
sin dejar de soñar nunca lo más alto.
Mi alma no se olvida los horrores
(que se fabricó o le fabricaron)
y para no cometer mismos errores
los recuerda día a día con sus cantos.
Mi alma es ambiciosa: no teme a las alturas
(cansada de llanura desde tiempos milenarios).
Y sabe, sabe con la seguridad más absoluta
que ella nunca fue creada para el llano.
Por eso insiste, insiste
(y sabe que la constancia no es en vano)
y ensaya alturas que parecen imposibles
aunque se dé de bruces en los cardos.
Y vuela sabiendo que sus alas son pequeñas
para volar todavía ella tan alto.
Y vuela porque duele más la espera
que otro dolor que le pueda estar sangrando.
Mi alma es como un pájaro
que libre entre los hombres
volará por alturas que presiente y no conoce
porque todo en ella para eso fue creado.
© Laura S. Schapira
Todos los derechos reservados
Todos los derechos reservados
-
No hay comentarios:
Publicar un comentario