LA MUERTE DE LA ROSA


I

Sobre un estanque purpúreo
flotaba la rosa, sin pulso de soles.
Agarrada con fuerza a su estanque
vio el cielo teñirse de negro
y una espada cortarla en jirones.


Esa rosa tan roja,
nacida en pasiones.
Esa rosa brillante de verdes jardines
se quedó sin pulso una tarde
y de pronto se hizo de noche.


Agarrada con fuerza a su estanque
vio perder su frescura,
vio perder sus colores.
Esa rosa muy roja, de pasiones intensa,
su corazón detuvo y se hizo de noche.


No sé yo por qué
esa rosa quebró corazones.
Y ya sin vida,
lánguida mira
como una espada la corta en jirones.


  II


Nada puede dolerme más que esa rosa
que otrora me adornó en su perfume
y mi casa hizo hermosa
se haya detenido (vaya a saber por qué castigo)
y haya muerto en sus hojas.


Nada puede dolerme más que esa rosa.


La tenía conmigo y todavía la tengo:
su tumba en mi templo
ella me ha construido...
¡Cómo pudo, Dios mío, transformar
en una tumba mi nido!


Nada puede dolerme más que esa rosa.


Esa rosa que se ha detenido
y ha cubierto mis ríos
de un manto muy negro.


Se murió despacito
mas truena en mis valles mi rosa
su réquiem silencioso de fuego.



© Laura S. Schapira
Todos los derechos reservados
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