Con mi océano de flamas te recibí. Y te quedaste.
Inundándome de fuego la sangre, me quisiste.
La belleza de lo Eterno, como no te fuera antes.
El amor y la pasión, como nunca los viviste.
Queda mi corazón en llamas, nada más.
¿Qué se hizo del tuyo, tan ardiente?
Te llevaste contigo tu sangre de mi sangre:
habías prendido un fuego que luego no quisiste.
Arrojaste tus cenizas a nuestras brasas calcinantes,
creyendo, en una fría marejada, que era un imposible.
© Laura S. Schapira
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