Te di todo y te di nada,
que a pesar que te di todo,
nada yo perdí.
Y no sería nunca poco
pues todo te lo daba.
No sería nunca mucho
pues yo te lo ofrecí.
Así que no vengas a pedirme,
no me llores ni supliques.
No me importan tus querellas,
no te debo yo un favor.
Que nunca te he pedido
cuando todo te lo daba
y todo lo que daba,
te lo daba con fervor.
Que mientras ensuciaste
aquéllo que te he dado,
sin pulular por el fango,
mi corazón yo vencí.
Y hoy, insolente, te escupo
en las hórridas cuevas,
que tuyas, me enseñas,
pintadas de gris.
© Laura S. Schapira
Todos los derechos reservados
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